miércoles, 9 de febrero de 2011

Gulliver y su llegada a Lilliput


Durante muchos días, el hermoso velero en el que viajaba Gulliver había navegado plácidamente hasta que, al aventurarse por las aguas de las Indias Orientales, una violentísima tempestad empezó a zarandear el barco como si fuera una cascara de nuez. Impresionantes olas barrían la cubierta y abatían los mástiles con sus velas. Al llegar la noche, una gigantesca ola levantó el barco por la parte de popa y lo lanzó de proa contra el hirviente remolino entre un espantoso crujir de maderas y los gritos de los hombres.
   -¡Sálvese quien pueda! - Gritó el capitán.
   No hubo ni tiempo de arrojar los botes al agua y cada uno trató de ponerse a salvo alejándose del barco que se hundía por momentos.
   Empujado por el viento, cegado por la espuma, Gulliver nadaba en medio de las tinieblas. Pasaba el tiempo y la fatiga hacía presa en él.
   "Mis fuerzas se agotan", pensaba; "no podré resistir mucho"
   De pronto, noto que su pie chocaba contra algo firme. Unas brazadas más y se encontró en una playa.
   - ¡Estoy salvado! - murmuró con sus últimas fuerzas, antes de dejarse caer sobre la arena. Al punto, se quedó profunda y plácidamente dormido.
   Él no podía saber que había llegado a Liliput, el país donde los hombres, los animales y las plantas eran diminutos. Por otra parte, no había tenido tiempo de ver nada ni a nadie. En cambio, los vigías de ese reino sí le vieron a él y corrieron a la ciudad para dar la voz de alarma.
   - ¡Ha llegado un gigante!
   Inmediatamente todas las gentes de Liliput se encaminaron hacia la playa, no sin temor. Llegaban despacito y, desde lejos curioseaban al grandullón.
   - Tenemos que impedir que nos ataque - dijo un leñador-. ¡Vayamos a por cuerdas para atarle!
   En medio de una frenética actividad, todos se dedicaron al acarreo de estacas y cuerdas. Luego rodearon a Gulliver y empezaron a clavar las estacas en la arena con gran habilidad. Seguidamente, treparon sobre su cuerpo y fueron realizando un trenzado de cuerdas habilidoso y práctico, sujetando las cuerdas en las estacas.
   El sol había empezado a calentar cuando un viejecito que se apoyaba en un diminuto bastón, toco sin querer la nariz del prisionero, que estornudó aparatosamente.
   ¡Que conmoción! Muchos hombres salieron despedidos, otros emprendieron la huida. Gulliver notó que delgadas cuerdas lo sujetaban y sintió algo que le pasaba sobre el pecho; dirigió la mirada hacia abajo y descubrió una diminuta criatura con arco y flecha en las manos y un carcaj a la espalda. No menos de otros cuarenta seres similares corrían por su cuerpo.
   En su prisa por huir, algunos rodaron y se hicieron numerosos coscorrones. Muertos de miedo, los liliputienses fueron a esconderse tras las rocas, los árboles o en las madrigueras.
   - ¿Qué es esto? - exclamó el náufrago-. ¿Quién me ha hecho prisionero?
   Sin más que un pequeño esfuerzo se incorporó, haciendo saltar las cuerdas. Y al observar de reojo el temor con que se le contemplaba, fue incapaz de contener la risa.
   Quizá porque le vieron reír y porque no se levantaba, los liliputienses avanzaron un poquito hacia el extraño visitante.
   - Acercaos, no soy ningún ogro - dijo Gulliver.
   Pero se dio cuenta de que no le entendían y fue probando con los muchos idiomas que conocía hasta acertar con el utilizado en Liliput.
   - Hola amigos...
   Los liliputienses vieron en estas dos palabras buena voluntad y se acercaron un poco más. Por otra parte, como jamás habían visto gigante alguno, tampoco querían perderse el acontecimiento.
   Pero el náufrago estaba hambriento y, con su mejor sonrisa, dijo:
   - Amigos, os agradecería que me trajerais algo de comer.
 [...]
Canto del reír  (Wiliam Blake)


Cuando los verdes bosques ríen con la voz del júbilo,
y el arroyo encrespado se desplaza riendo;
cuando ríe el aire con nuestras divertidas ocurrencias,
y la verde colina ríe del estrépito que hacemos;
cuando los prados ríen con vívidos verdes,
y ríe la langosta ante la escena gozosa;
cuando Mary y Susan y Emily
cantan "¡ja, ja, ji!" con sus dulces bocas redondas.
Cuando los pájaros pintados ríen en la sombra
donde nuestra mesa desborda de cerezas y nueces,
acercaos y alegraos, y uníos a mí,
para cantar en dulce coro el "¡ja, ja, ji!"

VOLPONE de Ben Jonson

Volpone es la mejor y más intensa de las obras de Ben Jonson. Constituye una sátira feroz contra la avaricia y la estupidez humana y de cómo la codicia nos embrutece hasta el punto de convertirnos en bestias. Un alegato en contra del poder del dinero que es capaz de transformar no sólo a las personas, sino también a las profesiones y las Instituciones Sociales, a la Sociedad en general, convirtiéndose aquel en el único patrón para medir todas las cosas, materiales y espirituales.
Jonson realiza la presentación de los personajes con deliberada precisión. Con su Volpone retrata a los cinco personajes sobre los que gira básicamente la acción con nombre de animales: el zorro, la mosca, el buitre, el cuervo, el grajo... planteando de este modo una especie de antifábula, pues si en las fábulas los animales hablan y actúan como hombres, en esta comedia los hombres actúan como bestias. De este modo los personajes bailarán ante nuestros ojos una danza llena de movimiento y fuerza mientras intentan devorarse unos a otros, y en este intento se precipitarán todos hacia su destrucción.






Robinson Crusoe

" El buque encalló profundamente en las arenas, de manera que solo nos quedaba tratar de salvar la vida de cualquier manera... Once embarcamos en un bote... Una ola gigantesca cayó sobre el bote con tal violencia, que se dio vuelta en un instante... Nadé hacia adelante con todas mis fuerzas... Fui el único que consiguió pisar tierra, empapado, sin ropa para cambiarme y nada que comer y beber; sólo tenía un cuchillo, una pipa y un poco de tabaco en una cajita... Todo lo que se me ocurrió fue treparme a un frondoso árbol, y allí me propuse estarme la noche entera y decidir, a la mañana siguiente, cuál sería mi muerte.
Anduve primero en busca de agua dulce. Después de beber y mascar tabaco trepé a mi árbol, tratando de hallar una posición de la cual no me cayera si el sueño me vencía. Había cortado un sólido garrote para defenderme.
Al otro día no había huellas del temporal. La marea había zafado al barco y lo había traído hacia las rocas... Poco después de mediodía el mar se puso como un espejo y la marea bajó tanto que pude acercarme a un cuarto de milla del barco (ya entonces sentía renovarse mi desesperación al comprender que si nos hubiésemos quedado a bordo estaríamos a salvo y en tierra)... Nadé hasta el barco.
Las provisiones de a bordo no habían sufrido absolutamente nada; pude satisfacer mi gran apetito, llenándome además los bolsillos de galleta. Bebí un buen trago de ron para fortalecerme ante la tarea que me esperaba... [Armó una balsa, con elementos que encontró en el barco]... Se presentaba el problema de elegir lo indispensable y al mismo tiempo preservarlo de los golpes del mar [eligió comida, herramientas, armas].
Mi próxima tarea fue la de reconocer el lugar, en busca de un sitio adecuado para instalarme y almacenar mis efectos con toda seguridad... En la isla había aves; me pregunté si su carne sería o no comestible.
Se me ocurrió que aún podría sacar muchas cosas útiles del barco, y me decidí a hacer otro viaje a bordo... Hallé 2 o 3 cajas de clavos y tornillos, un gran barreno, 1 o 2 docenas de hachuelas, y lo más precioso de todo, una piedra de afilar... Seguí yendo diariamente al barco, aprovechando la marea baja... Lo que más me alegró en aquellos viajes es que después de estar 5 o 6 veces, y cuando ya no esperaba encontrar nada que valiera la pena mover de su sitio, seguía descubriendo cosas que me servían... En la cabina del capitán hallé una caja con 36 libras esterlinas en monedas europeas, brasileñas y algunas piezas de oro y plata. Sonreí a la vista de aquel dinero. ¿Para qué me sirves?', exclamé... Pero luego lo pensé mejor y tomé el dinero.
Mis pensamientos estaban ahora consagrados a encontrar los medios de asegurarme contra los salvajes y las bestias que pudiera haber en la isla... Calculé aquello que necesitaba en forma indispensable: en primer lugar agua dulce y aire saludable; luego abrigo y seguridad; finalmente, que si Dios me enviaba algún barco por las cercanías, no perdiera yo esa oportunidad de salvarme.
En el barco encontré plumas, tinta y papel, e hice lo indecible por economizarlos; mientras duró la tinta pude llevar una crónica muy exacta, pero cuando se terminó me hallé imposibilitado de continuarla, ya que no pude hacer tinta a pesar de todo lo que probé. Esto vino a demostrarme que necesitaba muchas cosas fuera de las que había acumulado. Habiendo conseguido acostumbrar un poco mi espíritu a su actual condición y abandonando la costumbre de mirar al mar por si divisaba algún navío, me apliqué desde entonces a organizar mi vida y a hacerla lo más confortable posible... Fabriqué una mesa y una silla.
"

ROMEO Y JULIETA. William Shakespeare.



La historia se desarrolla en Verona, en donde viven dos familias que son rivales, los Montesco y los Capuleto. Romeo, único heredero de los Montesco, entra sin ser invitado al baile de mascara de los Capuleto, en el que conoce a Julieta, hija única de los Capuleto; ambos se enamoran a primera vista. Sabiendo que sus padres jamás permitirán su unión, se casan en secreto, con ayuda de Fray Lorenzo. El mismo día de la ceremonia, Teobaldo insulta a Romeo, a pesar de ello este último rehusa batirse. Pero Mercutio, el mejor amigo del joven Montesco, entabla duelo a muerte con Teobaldo. Romeo trata de separarlos y Teobaldo aprovecha para herir mortalmente a Mercutio. Romeo, entonces reta a Teobaldo y venga a su amigo matando a su adversario. El Príncipe de Verona, indignado por los sucesos, condena a Romeo al destierro o a la muerte. Romeo se encuentra desesperado, porque estará separado de Julieta, pero Fray Lorenzo le aconseja escape a Mantua, hasta que pueda ser publicado su matrimonio con Julieta y se reuna con ella. Romeo huye a Mantua después de una última entrevista con Julieta. El Conde Paris, pariente del príncipe, pide la mano de Julieta y le es concedida. Julieta se niega y pide auxilio a Fray Lorenzo, quien le aconseja que acepte la boda y le entrega un pequeño franco con un elixir que la sumirá en estado cataléptico, parecido a la muerte. Le indica tomarlo la noche anterior a la boda y se compromete a estar con ella cuando despierte en la cripta de su familia, acompañado de Romeo, después ambos jóvenes escaparían. Fray Lorenzo envía un mensajero a Romeo (Fray Juan) para que venga por Julieta en el momento de despertar. Sin embargo, el mensajero no encuentra a Romeo, ya que este avisado por su criado (Baltasar) de que Julieta ha muerto, sale inmediatamente hacia Verona. Romeo llega a la cripta de los Capuleto encontrándose con Paris, que iba a depositar flores a su futura esposa. El Conde se indigna al ver a Romeo, ambos se baten, resultado vencedor el joven. Romeo se acerca a Julieta, la besa por última vez y toma veneno, falleciendo a los pies de su amada. En ese momento llega Fray Lorenzo, quien se atemoriza al ver los cuerpos de Paris y Romeo. Julieta despierta y el fraile trata de convencerla para que huya con él, pero la joven se niega al ver a su esposo muerto. Fray Lorenzo se va y Julieta se acerca a Romeo, lo besa y se hiere con el puñal de su esposo, muriendo abrazando a su amado. Los guardias aprenden a Fray Lorenzo y a Baltasar. Fray Lorenzo revela la verdad ante el Príncipe de Verona, los Montesco y los Capuleto. Con la muerte de Romeo y Julieta, se sella la paz entre las dos familias rivales.